Después de ver la lucha diaria de los Turkana por la supervivencia, tienes que ayudar en lo que puedas. Nos dice nuestro benefactor y amigo Alfonso Gordon.

Que poco sabía aquel día de Septiembre de 2013 , cuando conocí a las misioneras de CMSPA en Barranquilla, Colombia, que mi vida ya nunca sería la misma.

 

Cuando vas a Turkana, toda tu vida cambia para siempre.

 

Turkana te abre los ojos y te enseña que la vida es un regalo, y que nosotros somos unos auténticos afortunados por la vida que llevamos.

 

Es esencialmente injusto que solo por nacer donde hemos nacido cada uno, algunos tengamos todo lo que necesitamos para llevar una vida llena de comodidades y otros no tengan ni siquiera acceso al agua para beber.

 

Por eso, cuando vas allí, cuando ves la lucha diaria que los Turkana tienen por la supervivencia, cuando ves la labor que las misioneras hacen cada día para ayudar a mejorar las condiciones de vida de aquella gente, tu única reacción posible es ayudar en lo que puedas.

 

Y es el ejemplo de las misioneras el que te lleva a hacer cosas que nunca soñaste hacer.

 

En mi caso, y de la mano de Alexia de Kokuselei, decidimos hacer un viaje en moto para financiar un pozo de agua al poblado de Atapar que pasara por Egipto, Sudán y Etiopia.

 

Fueron casi 4.000 km llenos de aventuras, pero no hubo nada comparable a la sensación de reunirme con la gente del poblado para anunciarles que por fin tendrían agua limpia todos los días.

 

Aquella reunión debajo del árbol, con todos ellos, fue algo que impactó en lo mas profundo de mi ser y que nunca olvidaré. Aquellas caras, aquellas sonrisas cuando se dieron cuenta que su vida cambiaría para siempre por un simple pozo de agua, no se borrarán jamás. No importa cuanto ayudes, o cuantas veces vayas, Turkana siempre te devuelve el increíble regalo del amor. Turkana me enseñó que es mas feliz el que mas da, no el que mas tiene, y que ningún esfuerzo es demasiado para ayudar a aquellos que simplemente no tienen nada. Por eso volveremos el año que viene en moto a Turkana, para financiar un huerto en Atapar, y por eso seguiremos ayudando en lo que veamos que podemos ayudar.

 

Solo puedo dar gracias a Dios cada día por haber puesto aquellas misioneras y a los Turkana en mi camino, creo que han sido la lección mas bonita de mi vida. 

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