Y cuando al fin volvamos a abrazarnos
propongo, hermanos, no volver los unos
a los otros ni con los mismos ojos
ni con los mismos brazos.
Tras la riada vuelve el río al cauce,
a ser el mismo río, sin memoria
de los ahogados y su cuerpo roto.
Y después del incendio vuelve el bosque
a ser el mismo bosque, sin recuerdo
del llanto de los árboles quemados
ni reconocimiento del mantillo
que desde el dolor nutre las raíces.
Pero tú y yo tenemos almas, mentes.
El hombre que regresa del desierto
jamás vuelve a mirar un vaso de agua
del mismo modo; quien vivió la hambruna
nunca más sostendrá de igual manera
un puñado de trigo entre sus dedos.
Cuando por fin podamos abrazarnos
no volvamos los unos a los otros
con la misma mirada, el mismo verbo,
el mismo corazón, los mismos brazos.
Al volver a abrazarnos, la mañana
plena de besos, lágrimas, caricias,
que sean nuestros brazos brazos nuevos,
más sabios, más clementes, más humanos.
Gonzalo Sanchéz-Terán
Tras una semana en cuarentena, empezamos a reflexionar sobre lo que de verdad nos hace sentirnos vivas y alegres.
Nos estamos dando cuenta que echamos de menos los abrazos, las carcajadas en familia, las tonterías con nuestras amigas y amigos.
Espero, que como dice Gonzalo Sánchez Terán, no volvamos a sostener un puñado de trigo en nuestras manos de la misma manera.
Es tiempo de pararse, de valorar que algunas privilegiadas y privilegiados podemos hacer cuarentena en una casa, con internet, con libros, con juegos, con agua caliente. Valorar que podemos llamar a nuestros seres queridos y sentirlos cerca.
Es tiempo de no olvidar que hay personas que no pueden. Tiempo de tener en nuestra mente a los más desfavorecidos, de desarrollar nuestra empatía al máximo. Si nosotras/os por un virus estamos muertas/os de miedo, imaginaos si hubiese una guerra, una hambruna, persecuciones. Quienes han podido se han ido a la casa del pueblo, a la sierra, a la casa de esos parientes que tienen un poco de campo. ¿Lo entendemos ahora?
Huimos de un virus, miremos diferente a todas aquellas personas que también huyen todos los días.
Desde la Fundación Emalaikat os mandamos fuerza y ánimo en estos días. Deseamos celebrar el día mundial de la alegría de una forma más humilde y empática, y rezamos de forma conjunta para que, con esfuerzo, consigamos que esta pandemia no se expanda más y no llegue a todos aquellos países que no gozan de un Sistema Sanitario como el nuestro.
Abrazos virtuales, más fuertes que nunca.