Estas cuatro palabras marcaron el viaje. Es imposible no sentirse arropado por la gente en Etiopía.
Nosotros estamos acostumbrados a llevar un estilo de vida marcado por las prisas y el estrés, dejando de lado cosas tan simples como dedicar el tiempo necesario a saludar a nuestros vecinos, compañeros de trabajo e incluso amigos. Tampoco solemos mostrarnos todo lo generosos que podemos llegar a ser.
Recuerdo con mucho anhelo recorrer el camino hacia las escuelas acompañado de las niñas y niños que se iban incorporando durante la ruta.
También echo en falta escuchar mi nombre repetidamente. En el primer día en el Kinder Garden un niño se aprendió mi nombre y no paraba de llamarme a todas horas. No fue el único, al segundo día mi nombre ya era trending-topic en la escuela. A mi me ponía loco de contento ver como mi squad, como yo lo llamé, venía corriendo a saludarme con la mayor de las sonrisas cada mañana.
Me encantaba juguetear con ellos hasta no poder más, aunque en algunas ocasiones se enfadasen conmigo porque jugando al fútbol me equivocaba de equipo y me marcaba goles en mi propia portería. Me echaban unas broncas muy graciosas.
También quiero resaltar el gran trabajo desempeñado por Saraí, Esther y el resto de compañeras de las misiones. Su compromiso y desempeño son espectaculares.
Es una experiencia enriquecedora. Recomiendo a todas las personas que quieran viajar en términos de cooperación a ir con los cincos sentidos bien abiertos porque verdaderamente, van a aprender muchas cosas que no se olvidarán jamás.
Promover la creación y el desarrollo de recursos acuíferos sostenibles, especialmente en zonas áridas y semiáridas del planeta.
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