El autoaislamiento, un lujo que muchos no se pueden permitir…

En Etiopía, muchos millones de personas viven al día.

 

El autoaislamiento, la posibilidad de quedarse en casa y sobrevivir con lo que uno tiene almacenado, sencillamente, no existe.

 

Su tarea principal es proveerse de lo necesario para sobrevivir. Para ello cosechan sus campos, cuidan sus animales, venden sus productos, realizan algún trabajo por el que se les paga por día trabajado.

 

Primero, porque no hay mucho que guardar y, luego, porque las casas son espacios pequeños y no aptos para almacenar, prácticamente, nada. A lo cual se suma otra imposibilidad en el hogar, la de guardar confinamiento, pues en gran cantidad de viviendas el espacio es único o, como mucho, dos habitáculos separados por una pared.

 

Ayer fuimos al mercado en Muketuri, en el pueblo que vivimos en el altiplano etíope.

 

Un mercado tradicional donde se compran y se venden algunos granos,  frutas y verduras, pero también ropa, complementos, artículos para el hogar y no mucho más. El mercado, a pesar de las insistentes llamadas del gobierno para evitar aglomeraciones, estaba llenísimo de gente, comprando y vendiendo… ¿qué opción les queda? El autoaislamiento no es una solución para ellos.

 

Si al menos los que viven en el campo pudieran tener agua y huertos, para poder acceder a comer verduras cuando los camiones que abastecen la zona no lleguen… pero tampoco es así. En muchas aldeas el agua todavía es un bien muy escaso o que se debe conseguir recorriendo largas distancias. Eso de abrir el grifo en el hogar y ver salir este líquido elemento es aquí, literalmente, una quimera para muchas personas.

 

Lo único que podemos hacer, por tanto, es seguir excavando pozos y repartir semillas a los agricultores para que la temporada de cosecha no se restrinja tan solo a unos tres meses al año.

 

Y, sobre todo, REFLEXIONAR, para que, cuando la realidad vuelva a la calma y el peligro inminente esté apagado, podamos juntos pensar cómo evitar que hayan tantos seres humanos al borde entre la vida y la muerte de una forma permanente y normalizada. A lo mejor podemos conseguir que llegue un día en el cual ante una amenaza como el virus Covid-19 todos podamos aislarnos un tiempo, para amortizar los daños. Y salir, como se suele decir, más reforzados y no más empobrecidos, más vulnerables, más desamparados….

 

La fuerza y el consuelo de la Fe van a ser importantes para seguir trabajando por un mundo más equitativo.

 

Lourdes Larruy, MCSPA.

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