Experiencia de Ramiro Delgado Galan, fisioterapeuta de Madrid, en la misión de Mizan Teferi, Etiopía.

En verano las misiones de la MCSPA nuestra contraparte en África, reciben voluntarios. Su experiencia sobre el terreno,  ayuda a entender la labor realizada en cada país donde estamos presentes. Este es el testimonio de Ramiro Delgado Galan, fisioterapeuta de Madrid, en la misión de Mizan Teferi, Etiopía.

 

 

Han sido tantas y tantas cosas las que han tocado mi corazón en estos 15 días en la misión de Mizan Teferi, que no sería justo si no empezara contando la suerte que tuvimos hace ahora exactamente 3 años cuando Mónica Silvestre se convirtió en la primera catequista de nuestro hijo Rami. Poco a poco ella nos abrió las puertas de su inmenso corazón y gracias a su sereno, comprometido y generoso apostolado de MCSPA nos introdujo en las solidarias carreras, mercadillos, recogidas de alimentos y otras acciones que poco a poco y sin darnos cuenta nos sacaban lo mejor de nuestro interior y nos acercaban cada día más a las ganas (o necesidad no percibida) de querer dar más y más de nosotros a los demás. Como yo la digo, ella y José Falgas son “un canal” que hace que otros descubramos nuestras ganas de dar y amar. 

 

 

Gracias a ellos conocimos a Amanda y Sarai, y gracias a ellas a Diana y Cecilia, todas personas admirables aquí en Madrid, pero no podíamos ni mi mujer ni yo imaginar cómo eran de verdad en su día a día, en su hábitat, en donde realmente se sienten realizadas…en Mizan. Y no lo descubrimos hasta que no llegamos allí el 6 de agosto.

 

 

 

Nuestra vivencia en  la misión de Mizan Teferi, que no paro de relatar, aún sin llegar a aproximarme a la realidad vivida allí, a familiares, amigos, pacientes y a cualquiera que quiera escuchar ha sido “muy bonita”. Hemos conocido la escasez, nunca la miseria, hemos vivido en condiciones sencillas, siempre dignas, hemos disfrutado lo que había, sin pensar si había cosas mejores, pero sobretodo hemos sido unos privilegiados por poder compartir dos semanas el día a día de Sarai y Amanda, personas tocadas por la gracia divina que dedican todas las horas de su día a cuidar, compartir, curar, animar, reflexionar, orar, en definitiva a amar, siempre con una sonrisa, positividad, esperanza y alegría…que te hacían levantarte cada día de tu colchón en el suelo con gran ilusión sabiendo que ibas a vivir algo especial. Un día compartías pan y te con las mujeres leprosas de Santa Clara, al día siguiente trataba (yo soy fisioterapeuta) a un niño con parálisis cerebral en el patio del colegio, otro día dábamos clase a niños desfavorecidos con los medios que teníamos, al siguiente Tati mi mujer (arquitecta) y Amanda lidiaban con topógrafos y constructores etíopes que no sabían con qué mujeres se batían en el cobre, un día más tarde compartías escoba, fregona y jabón con un Filipo (cariñosamente llamados los niños de la calle con los que Amanda conecta gracias a su maravillosa sensibilidad), bombeándonos después uno al otro agua para lavarnos antes de compartír comida y risas…

 

 

 

 

Cada uno de los voluntarios que allí estábamos aportábamos lo que podíamos. Aunque usábamos el sistema de “pilotaje”, si un día uno estába más cansado, no pasaba nada, otro le cubría lavando, preparando el desayuno o lo que tocara hacer. Sin embargo, Amanda y Sarai esos descansos no se los pueden permitir, siempre hay detrás de su puerta una madre, un padre o un niño pidiendo ayuda con la esperanza que den solución a  sus problemas. Y aunque saben que muchos no son posibles, no dejan de intentarlo y dar todo lo que pueden. Como me dijo un día Sarai a mi imposibilidad de curar lo incurable… “el mero hecho de dedicarles un rato de tu tiempo, explicarles qué le pasa a su hijo y entenderles en su angustia ya es más de lo que han recibido”.

 

 

 

Al final del día nos juntábamos en la casa de las misioneras para dedicar un tiempo a la reflexión y oración. En ese espacio vivíamos un ambiente muy familiar, de paz, sosiego y siempre algunas risas, muy alejado de nuestra realidad cotidiana. Nos hacía ser conscientes de las cosas maravillosas vividas cada día y nos acercaba a Dios.

 

 

 

Por las noches nos acostábamos agotados pero contentos, plenos y felices por poder disfrutar todo lo que estábamos viviendo y aportar un granito de arena, muy pequeñito, pero un granito, a esta gran labor que gracias al esfuerzo de muchos antes y de Amanda, Latu y Sarai ahora nos permitían compartir. Aquellos 15 días se pasaron volando y nos parecieron 4 o 5, no más, pero sin embargo los seguimos viviendo a diario gracias a compartirlo con todos los que nos rodean, que ávidos por saber nos preguntan por nuestra experiencia, experiencia que no hay palabras para poder reflejar fielmente sin ir allí y vivirlo uno mismo. 

 

Queda un poso en nuestro corazón de culpabilidad, por no poder ayudar más a esa labor tan humana y divina a la vez que se hace en Mizan, y sientes que has quedado unido a algo tan bonito y espiritual como es dar y amar sin esperar nada a cambio…gran mentira esa, porque hemos recibido mucho más de lo que hemos dado.

 

 

 

Mil gracias a los voluntarios (Mónica, José, Pepe, María Vidal, Revu y Jimena) y misioneras que nos han abierto sus corazones y brindado la oportunidad de descubrir una forma más intensa de amar y encontrar a Dios.”

 

Rami, Tati y Rami-Rami.

 

 

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