Isabel, ingeniera de caminos y “su presa”.

Siempre había querido hacer voluntariado, y me puse en contacto con la MCSPA a través de una amiga de mi madre.

 

Su hija, Rocío, llevaba en ese momento viviendo un año allí. Y para allá que me fui en el verano de 2013, a la pequeña misión de Kokuselei, en las montañas cerca del lago Turkana.

 

Solo el hecho de llegar fue una aventura emocionante, implicando aviones, escalas, avionetas y camionetas, mientras un nuevo paisaje, y sobre todo, un grupo nuevo de gente, se abría ante mí.

 

Y qué maravilla.

 

A cada paso que das te cuestionas un trocito de tu mundo:

 

¿cómo podemos tirar comida cuando hay otros que comen una vez al día? ¿Damos las gracias todo lo que deberíamos?

 

Estuve ayudando con clases de matemáticas en un colegio, y una vez sonaba el timbre para ir a comer (para muchos, la única comida del día), no se movían, y pedían que siguiera enseñando.

 

¿Valoramos lo que tenemos? 

 

 

Además, un conjunto de casualidades, como todo lo bueno que pasa en la vida, me llevó a elegir hacer mi Trabajo Fin de Grado de lo que antes se llamaba Ingeniería de Caminos, en Kenia.

 

Cuando quedé con dos miembros de la organización en Madrid, me preguntaron si conocía a Claudio Olalla, profesor en la Escuela de Caminos y gran colaborador en África desde hace años.

 

Hablé con él y surgió la posibilidad de compaginar la estancia de voluntariado con la búsqueda de un lugar para hacer una pequeña presa en Turkana, Kenia, tomando los datos necesarios durante el verano que me permitiese trabajar luego en Madrid.

 

 

La Fundación Emalaikat (con la MCSPA) lleva construyendo presas y pozos por allí desde hace 30 años, y aunque al principio fue difícil convencer a la población de que una pared en medio de un paso (puesto que los ríos están normalmente secos) les iba a dar agua, ahora está ampliamente demostrado.

 

La vida de los Turkana, especialmente de las mujeres, ha mejorado considerablemente al no tener que cavar pozos a mano.

 

Por todo ello, el proyecto fue muy bien acogido.

 

Conté con una gran y diversa ayuda. Mientras estuve allí, ellas, las mujeres que viven en la misión de Kokuselei, me ayudaron a encontrar el sitio adecuado para poder construir una nueva presa. Para la toma de datos, dos voluntarios europeos (Ana y Guillermo) me estuvieron ayudando con la estación total. Una vez de vuelta, el profesor de topografía Miguel Marchamalo, de la Escuela de Caminos, me ayudó a sacar la topografía de la cerrada. Y una vez presentado, mi familia y el colegio Buen Consejo hicieron que fuera posible conseguir parte de la financiación. 

 

He querido dejar para el final al “ingeniero” Akiné, Turkana, y que es el que construye las presas allí. Ingeniero entre comillas porque no tiene título, pero con la cantidad de presas que ha construido creo que bien se merece el apelativo.

Me ayudó durante la primera fase, y él ha dirigido la obra de la construcción.

 

Volví en 2018, y con gran alegría pude ver que la presa estaba construida y en marcha, además de poder ver los grandes progresos que se van haciendo en aquel remoto lugar del mundo.

Isabel

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