Luchando contra el trabajo infantil que priva a los niños de su niñez, potencial y dignidad.
Según las estimaciones de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en su informe Global Estimates of Child Labour, results and trends 2012-2016, en todo el mundo hay unos 218 millones de niños ocupados en la producción económica con edades comprendidas entre 5 y 17 años, de los cuales 152 millones son víctimas del trabajo infantil (58% niños varones y 42% niñas) y 73 millones ejercen un trabajo infantil peligroso.
Aproximadamente el 71% de los niños en esta situación trabaja en el sector agrícola;
Casi la mitad del trabajo infantil se concentra en África, donde unos 72 millones de niños se encuentran en esa situación. 62 millones de niños son trabajadores infantiles en Asia-Pacífico (India, China, Japón…).
Además, supone un gran retroceso para estos niños afectados, dado que ya no podrán ir al colegio, jugar y disfrutar de lo que significa ser un niño.
En Etiopía, la mayor parte de los niños empiezan a trabajar a los cinco años, ya sea cuidando de los animales o realizando labores domésticas y agrarias.
A partir de los doce ya no solo trabajan dentro del núcleo familiar, sino que se ven obligados a buscar trabajo sirviendo en casas ajenas para poder ayudar a su familia y aportar su salario.
Por este motivo, Etiopía cuenta con una alta tasa de emigración de las zonas rurales del país a las ciudades, donde estos niños aspiran a compaginar sus estudios con un trabajo.
Sin embargo, en el caso de las jóvenes trabadoras , este sueño se ve frustrado muchas veces porque son violadas por el hombre que las contrata, y en consecuencia muchas quedan embarazadas.
Se ven obligadas a dejar el colegio y abandonar sus estudios, dejando atrás, su oportunidad de tener un futuro decente y poder valerse por sí mismas.
Se despiden de su objetivo inicial, ayudar a su familia, ya que ahora tienen un bebé al que dedicar todo su tiempo e ingresos.
El objetivo de esta residencia es brindarles la oportunidad de continuar con sus estudios más allá de la educación primaria, algo que ellas no podrían haber perseguido quedándose en sus respectivos pueblos.
Muchas de estas jóvenes, que trabajan en casas, han sido víctimas de violencia doméstica en los hogares en los que sirven, dejándoles fuertes secuelas.
MCSPA pretende ayudarles a olvidar o, por lo menos, ayudarlas a sobrepasar este obstáculo emocional (y en muchos casos físico) para que puedan centrarse en sus estudios evitando episodios similares.
Además de estudiar en la residencia, aprenden inglés, incentivado por los voluntarios que van en verano.
A día de hoy, os quiero pedir a cada uno de vosotros que penséis en estos niños y en la situación en la que se han visto envueltos sin haber tomado decisión alguna, obligados a luchar diariamente contra dificultades para poder vivir una vida digna, una vida que nosotros damos por sentada.
Por eso debemos unirnos y luchar junto a MCSPA para conseguir que estos niños sigan siendo niños y no vean su infancia destruida por haber sido traídos al mundo en una sociedad egoísta y corrupta.
El mundo no es justo, nunca lo ha sido, pero ante esta situación solo queda empatizar con aquellos que viven siendo víctimas de estas injusticias.
Firmado: Hana Alemu (estudiante etíope de Fisioterapia en España)