Desde la misión de Muketuri en Etiopía, nos llega un testimonio de Sofía García Ramos, muy enriquecedor para entender la labor que allí se realiza.
Durante la semana del 12, Popy García- Ramos Fojo, psicóloga especializada en discapacidad intelectual, y vinculada al proyecto de la MCSPA desde hace más de diez años, se ha centrado en formar a las maestras del aula de educación especial y en visitar a todas las familias de los niños y niñas que componen el aula.
La vida y el paso del tiempo nos expone siempre a nuevos retos. El aula especial que empezó siendo un aula de menores de siete años, crece, y con ello, gran parte del alumnado, que ahora tienen ya, algunos, más de 17.
Por una parte, en el workshop de las maestras, se planteó la necesidad de trabajar de forma práctica: aprender a cruzar la calle, acompañar al huerto, ayudar a limpiar los platos y la ropa, saber desenvolverse en actividades de la vida diaria, cocinar, desarrollar alguna actividad ocupacional, etc.
Mediante el intercambio de ideas y traspaso de herramientas, pusieron sobre la mesa nuevas formas de aprendizaje y nuevos caminos que se irán trazando para hacer a todas las familias, más libres de escoger su destino.
Con las maestras nos acordamos de Emmanuel y Bartolomé, que, sin ellos, los inicios hubiesen sido diferentes, y que ahora, nos siguen guiando desde el cielo.
Por otra, mediante la visita casa a casa, les recordamos a todas aquellas familias, que forman parte de la nuestra, que nos importan, que su implicación es fundamental y que, sin ellas, nosotras no somos nada. No todas las familias necesitan lo mismo, necesitamos tiempo de escucha y atención para acercarnos a lo que de verdad importa, lo humano.
Para cerrar esta semana de trabajo, se reunieron en la propia aula a todas las familias, fueron los propios niños y niñas con capacidades diversas los que repartieron un dulce a sus hermanas/os y progenitores. Ahí abrimos un espacio de compartir y recordar la importancia de que somos un equipo, una familia y que todos los menores del mundo, tengan la condición que tengan, tienen los mismos derechos.
Durante el café compartido, la madre de Edelawit dijo: Antes de conocer este lugar, mi hija no sabía caminar, estaba desnutrida y muy enferma, ahora es una niña feliz, que sabe divertirse, que está fuerte y que tiene amigas. La madre de Dawit dijo que mientras estaba en la escuela ordinaria, le mandaron firmar un papel en el que ponía que si a Dawit le pasaba algo no era responsabilidad de ellos, aquí, Dawit es el más colaborador, está seguro y hace que los otros niños estén seguros. La madre de Mestawot explica al resto cómo gracias a los aprendizajes de Mestawot ella es capaz de trabajar, cómo su hija le ayuda en tareas de casa, cómo la ve feliz, y, sobre todo, cómo está acogida y aceptada por sus iguales.
Estos son algunos ejemplos de testimonios compartidos. Tanto las maestras, como las voluntarias, como las familias, cerramos el verano con fuerza y energía para empezar el curso con muchas ganas de seguir haciendo camino al andar.
“Las capacidades del ser humano son diversas, y somos nosotras, las personas, quienes debemos saber encontrar esa esencia, transformarla en potencia, y proponer así un hueco, para todo el mundo, en cualquier sociedad”.
Sofía García Ramos
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